En el número 2 de la calle Fuenterrabía, en Madrid, se encuentra un mundo totalmente desconocido para muchos; es un lugar lleno de secretos y curiosidades que, si nos has visitado aún, te invitamos a que lo hagas cuando tengas oportunidad. Te estamos hablando de la Real Fábrica de Tapices, muy cerca de la Estación de Atocha.
Así es la Real Fábrica de Tapices de Madrid
Empezamos contándote que la Real Fábrica de Tapices madrileña abrió sus puertas hace unos 300 años, que se dicen poco. Desde hace tres siglos que es un lugar especializado en la fabricación y restauración de alfombras, tapices y reposteros. Justo este año se cumplen los 300 años de su apertura, que ocurrió en 1721 gracias a la intervención de Felipe V.
Aunque esta institución tan longeva para nada está anticuada, pues, aunque antaño contaron con la colaboración de grandes maestros del tejido y la pintura, entre ellos Mengs, Bayeu y Goya (de quien hablaremos más adelante), han sido capaces, a lo largo de su historia, de modernizarse. En todos estos años, esta fábrica ha conseguido entretejer, a la perfección, un arte ancestral con el mundo contemporáneo. De ahí que sus creaciones sean una perfecta muestra de la tradición artesanal con ese toque modernista de nuestros días.

Pero no solo se han encargado de preservar la tradición artesana, también se han adaptado a las políticas sostenibles. Así, en este templo de la artesanía, los trabajadores no solo crean tapices, alfombras y reposteros manualmente, sino que la producción se hace de forma 100% sostenible. Y de gran calidad, por supuesto. Además de fabricar telares de la nada, en la Real Fábrica de Tapices también restauran obras de carácter patrimonial a través de técnicas y tecnologías muy avanzadas; de esta manera, las obras de antaño siguen conservando su belleza.
Visitar la Real Fábrica de Tapices
Este no es un mundo ajeno y secreto sino todo lo contrario. Cualquiera que lo desee puede acercarse hasta aquí y pedir un recorrido (de aproximadamente 40 minutos) para desentrañar todo aquello que, a simple vista, parece celosamente guardado. A la RFT, como cariñosamente la llaman desde su web, no puedes acceder como a cualquier museo. Primero tienes que hacer una reserva enviando un e-mail, en el que deberás proporcionar los nombres de las personas de la visita, así como los DNIs de todos los asistentes.
Una vez que envíes esta información, desde la RFT te enviarán un número de cuenta al que deberás realizar una trasnferencia bancaria, por adelantado, para el pago de la visita (la tarifa es de 5€ por persona, 4€ para las personas con derecho a reducción). Y, por supuesto, en estos tiempos de Covid-19, no te olvides de llevar tu mascarilla homologada, de lo contrario, te negarán el acceso.
Las visitas se realizan, bajo todas las medidas sanitarias impuestas y que deberás cumplir al dedillo, de lunes a viernes a las 10:00, 11:00, 12:00 y 13:00 horas, en castellano. Los grupos son de mínimo cinco personas y máximo nueve. Actualmente no se permiten las visitas a niños menores de seis años.
Si no puedes desplazarte, te invitamos a hacer su visita virtual.
Los secretos de la RFT de Madrid
La sede y un poco de historia
La Real Fábrica de Tapices se encuentra en el barrio de Pacífico desde 1889, en un edificio de estilo neomudéjar que, en 2006, fue declarado Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid. Pero, ¿dónde estuvo antes la sede de la RFT? Cuando fue fundada, la fábrica se instaló en los alrededores de la desaparecida Puerta de Santa Bárbara y que, a día de hoy, podemos encontrar en la famosísima y concurrida Plaza de Alonso Martínez.
Al principio, la RFT estuvo en manos de la familia Vandergoten, con muchos años de tradición artesana y de origen flamenco. En 1744, la fábrica introduce los telares de alto lizo para incrementar sus producciones y así aumentar la calidad: aquí es cuando comienza a ganar mayor prestigio. En 1882, el Rey Alfonso XII autoriza la demolición del edificio original, por lo que la fábrica debe trasladarse a un nuevo emplazamiento. No es sino hasta 1889 cuando se hace el transporte de los telares a la nueva fábrica (edificio actual).
Pero, ¿por qué un rey español se preocuparía por la elaboración de tapices de Flandes? Curiosamente, todo se remonta al Tratado de Utretch, que hizo que la Corona española perdiera sus posesiones en territorios flamencos, sin territorios tampoco había tapices. Así que al rey no se le ocurrió nada mejor que inventarse su propia fábrica: ya sabéis, si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Así nació la Real Fábrica de Tapices. Eso explica que la familia encargada de la fábrica fuera de Amberes.
Con la Segunda República, la fábrica deja de tener la denominación «Real» y pasa a llamarse Manufactura Nacional de Tapices y Alfombras. Cuando concluye la Guerra Civil, la familia Stuyck, descendientes directos de los Vandergoten, llegan a España, procedentes del exilio, para hacerse cargo de la manufactura. No es sino hasta 1982 cuando la manufactura vuelve a llamarse Real Fábrica de Tapices.
El trabajo en la Real Fábrica de Tapices de Madrid
Te sorprenderá saber que, en una misma sala, la RFT guarda 27.000 kilos de lana de todos los colores. Es aquí, en esta sala, donde comienza el proceso de fabricación y restauración de tapices, alfombras, etcétera. Todo es artesanal en esta fábrica, desde el momento en que se esquila a las ovejas, hasta que se concluyen las obras de arte, pasando por el teñido de la lana hasta que se concluyen estas obras de arte.
Para elaborar un tapiz o alfombra se requieren muchísimas horas frente a un telar, ¡incluso se siguen utilizando los mismos telares de hace un siglo! Y se emplean varios kilos de lana; la cantidad depende, por supuesto, del tamaño de dicho tapiz o alfombra. Las obras se exponen como si fueran las pinturas de un museo y puedes visitarlas y contemplarlas. ¡Te encantarán!

Francisco de Goya en la RFT
Fue en 1775 cuando Francisco de Goya, uno de los genios de la pintura española, entregó su primera serie de cartones para tapices. Y, curiosamente, en la sala de entrada a la Real Fábrica de Tapices es donde puedes ver una serie de cartones dibujados por el pintor. Los cartones son pinturas en escala real que se emplean a manera de plantillas para poder elaborar los tapices. Como puedes ver, se trata de toda una obra de arte.
En el siglo XVIII, que es cuando Goya participó activamente en la fábrica, esta tenía gran influencia e importancia. De hecho, muchos de los tapices aquí elaborados por aquellos años se encuentran en los palacios de El Escorial, Aranjuez o en La Granja de San Ildefonso. Por supuesto, para decorar estos palacios no se iba a colgar cualquier tapiz, sino que se encargaban a los mejores pintores de la época; así que no solo encontramos obras de Goya, sino también de Guiaquinto, Van Loo o los hermanos Bayeu.
Entre 1775 y 1793, Goya pintó hasta 63 cartones para decorar las múltiples propiedades de la Corona. Lo curioso es que Francisco de Goya, genio atormentado, no pintó lo típico, sino escenas de la España costumbrista. De ahí que el resultado de los tapices fuera único y exquisito. Por cierto, los cartones originales no están en la Real Fábrica de Tapices, sino que tienes que visitarlos en el Museo del Prado.
Pero no te desanimes, en la RFT puedes ver otras obras de arte originales como un cartón que el mismísimo Rafael Sanzio pintó por órdenes del Papa León X, como Los hechos de los Apóstoles.
Los artistas de hoy en día
Actualmente ya no hay ningún Francisco de Goya ni ningún Rafael Sanzio. Grandísimos pintores, por supuesto, pero ahora el arte corresponde a otras manos prodigiosas. Hablamos de una generación de modernos artesanos y tejedores (oficio en el que faltan manos, por cierto). Aquí en la RFT hay unos cuantos maestros que se encargan de todo. De hecho, convertirse en maestro de estos telares puede llevar más de veinte años.
Los futuros maestros aprenden técnicas textiles, de dibujo, tintes y, por supuesto, historia. Ellos se encargan de escoger colores, interpretar los trazos de los pintores, etcétera. ¡Su trabajo no es nada fácil! Con el tiempo adquieren experiencia, pero deben trabajar con esfuerzo, paciencia y gran meticulosidad.